domingo, 20 de octubre de 2013

Omnes vulnerant, ultima necat


Yerran quienes piensan que la docencia es un trabajo sencillo.  Nunca fue fácil enseñar, y ahora menos que nunca. La escuela, antaño un reducto del saber, se ha convertido en un lugar donde es difícil transmitir la cultura. Nuestro papel de educadores pasa ahora por el de vigilantes, consejeros, padres, tutores, matronas, enfermeros, confesores y abogados. En toda esta maraña de labores es complicado sacar tiempo para enseñar a aquellos alumnos, una minoría, que sí desean aprender. 
Lo que parece un problema traído por los tiempos de descreimiento e incultura, no es más que un mal atávico de nuestro país. Un país donde se ha perseguido a todo aquel que destacaba; un país que ha encumbrado la incultura, la garrulería y la estupidez hasta límites insospechados; en definitiva, un país que ha renegado de su cultura sepultando en el olvido nuestra propia historia. 
Por esta razón he decidido traer las últimas palabras de Ramiro de Maeztu, intelectual español perteneciente a la generación del 98. 
Como otros muchos coetáneos, Maeztu sufrió los rigores e injusticias de la guerra civil, sí, esa misma que desconocen un amplio porcentaje de nuestros alumnos. Prendido, encarcelado y ajusticiado por un grupo de milicianos en el Madrid republicano, el pensador vasco profirió una frase que en más de una ocasión me he repetido en estos años como profesor:

"Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero: ¡Para que vuestros hijos sean mejores que vosotros!"

Desgraciadamente, las cosas apenas han cambiado.


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