martes, 4 de marzo de 2014

reto 33


Tras la batalla de Metone Filipo prosiguió la conquista de la Hélade, quizá intuyendo que en el seno de una de sus mujeres estaba tomando vida el que llegaría a ser el mayor conquistador de la historia: Alejandro Magno. La pérdida de su ojo, achacada por muchos a su inmoderada curiosidad, fue el castigo que Zeus, señor del Olimpo, impuso al macedonio meses después de que éste sorprendiera a Olimpiade yaciendo con una serpiente. Aquel enorme reptil no era otro sino Zeus, el cual, seducido por la belleza de Olimpíade se vio arrastrado a mutar su figura divina para saciar su libidinosidad. De esta forma, las proezas de Alejandro tenían no sólo una justificación política, sino también religiosa. ¿Acaso no era él, el divino Alejandro, hijo del mismísimo Zeus?
La leyenda de la serpiente, hoy no más que una mera anécdota curiosa, determinó muchos de los hechos emprendidos por el conquistador. Convencido de su naturaleza divina, el joven macedonio afrontaba las batallas en primera línea, ajeno al peligro que le rodeaba, como si su padre, Zeus olímpico, velara en todo momento por él. Esta convicción fue confirmada cuando Alejandro, tras la conquista de un milenario reino africano, emprendió una de las travesías más misteriosas e injustificadas de la historia antigua. Con ella, el vencedor de Gaugamela buscaba confirmar en un remoto y aislado paraje su condición divina.

En el reto de hoy queremos saber:

1. ¿A qué lugar acudió Alejandro?
2. ¿Qué se encontró allí?

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